El acné se suele asociar únicamente con la adolescencia, pero muchos hombres adultos continúan luchando contra los granos en la espalda y otras partes del cuerpo durante la veintena, la treintena e incluso después de los 40 años. Se calcula que representan alrededor del 25%.
Existen tres causas para el acné: unas gándulas sebáceas hiperactivas, taponamientos del folículo piloso (células muertas, sebo) y la presencia de bacterias en el mismo folículo. Es lógico, por lo tanto, lo que dicen los especialistas de que para curar el acné hay que aprender a manejar mejor la producción natural de sebo de la piel.
Cuando se tiene acné, existe la tentación de lavarse la cara con el jabón más duro del mercado, para que este nos ayude a eliminar todo el sebo. Sin embargo, esto sólo provocará que la piel comience a producir más sebo para compensar la pérdida. En su lugar, apuesta por un producto con una fórmula suave que no te irrite la piel y utilízalo dos veces al día para lavarte la cara.
Explotar la espinillas a veces funciona, pero a menudo permite que el pus y las bacterias se expandan por el tejido circundante, donde puede causar más acné. Por no hablar de las cicatrices que pueden quedar si el grano es de un tamaño considerable. Así que intenta mantener los dedos lejos de tu cara y deja que el proceso siga su curso.
Los tratamientos localizados pueden ser muy eficaces si son de calidad y se utilizan correctamente. Asegúrate de que llevan peróxido de benzoilo, un ingrediente milagroso a la hora de mantener bajo control el grano. Otros ingredientes a tener en cuenta son el ácido salicílico y el aceite de árbol de té, el cual se puede comprar de manera individual (lo puedes ver sobre estas líneas). Y recuerda: no asumas que no podrás pasar sin el producto en cuestión. La clave es ir utilizando cada vez menos durante el transcurso de al menos dos semanas hasta retirarlo por completo de tu rutina de aseo.