Ya nombré el otro día la Calle Poeta Querol como la calle con las tiendas más lujosas de Valencia. Perfecta para dar un paseo, bien sea para ir de compras, o para admirar el Palacio del Marqués de Dos Aguas (en la foto) tanto por fuera como por dentro, sin olvidar tampoco la cantidad de edificios históricos que hay por la zona.
Recomiendo pasear a media tarde, cuando el sol empieza a esconderse, y girar a la derecha en la esquina de la tienda Louis Vuitton y quedarse un rato sentado en la plaza de la Universidad, o como yo cariñosa y obviamente la llamo; «la plaza de los árboles azules». Pregúntense por qué.
Bien, vayamos al lío. Yo la recorrería desde el Banco de España hacia la Calle de la Paz para acabar dando una vuelta por la Plaza de la Reina, con lo cual, entramos a la calle por la esquina de BBVA. Hay tiendas a un lado y a otro, aunque las más lujosas están en el lado derecho, al lado izquierdo sólo está el Palacio y Mont Blanc.
Lo primero que encontramos es Ermenegildo Zegna. Generalmenta vacía y con unas corbatas muy logradas. Lo malo, el packaging típico de la marca negro con raya diplomática, con el que te sientes como un mafioso con un arma nueva. A 10 metros se encuentra Lladró con sus modernísimas y vanguardistas figuras de porcelana (todo irónico, claro). Típico souvenir de Valencia e imán para turistas. Yo odio sus figuras, pero para gustos…ya se sabe.
Después está una de las tiendas que más gracia me hace de la ciudad, la zapatería Bravo, que aprovechando su ubicación se supone que vende zapatos de lujo. No puedo evitar reirme cuando paso por la puerta y veo Geox y otras aberraciones parecidas. Sí, sin duda es la zapatería más lujosa que he visto en mi vida, junto con la sección de zapatos de Carrefour (hay una sección de zapatos en Carrefour, ¿no?).
Después, y haciendo esquina se encuentra la tienda Loewe, con su genial escaparate con un bolso gigante. Me encantan las carteras y los complementos Loewe. Y últimamente me tiene bastante pendiente su casco de moto en tonos negros y dorados. Espectacular.
En la esquina aparece Louis Vuitton. No es muy grande pero todavía no he pedido nada que no hayan tenido en el momento, y mira que he pedido cosas raras. La gente se suele amontonar en el escaparate estando por dentro casi el día entero vacía. El trato de las dependientas es exquisito, sin caer en el engolamiento como pueda pasar en Loewe, y me sorprende la cantidad de gente que tienen trabajando en la tienda dada la poca afluencia. De Louis Vuitton, además de su línea Damier Graphite, me quedo con sus corbatas, muy bonitas y elegantes. Siempre puede caer alguna en un arrebato.
Si nos desvíamos de Poeta Querol un momento a la derecha por la Calle de Salvá, llegamos a Hermès, otra de las mejores tiendas de la zona. Y en frente está la plaza de los árboles azules que antes comentaba. Es más grande que la tienda de Louis Vuitton y también tienen una barbaridad de cosas. Increíble los productos de piel de la firma francesa, sobre todo los cinturones. Y si las corbatas de Louis Vuitton son bonitas, éstas también son increíbles.
En frente de Hermès hay una tienda de moda femenina cuyo nombre no recuerdo, para quién le pueda interesar. Volvemos a mi calle, pasamos de largo la farmacia y llegamos a Samsonite Black. Estando Louis Vuitton al lado, la verdad es que desluce un poco y pierde prácticamente todo el protagonismo. Un estilo elegante y mucho más sobrio.
En la siguiente esquina se encuentra Bulgari, con una tienda de amplias dimensiones. Relojería, joyería y bolsos son sus productos estrella. Unos escaparates muy atractivos y un trato digno de la marca. La colección de bolsos del 125 aniversario me parece espectacular.
En frente, más Loewe, pero de obras. Aquí la calle cambia de nombre y pasa a ser Marqués de Dos Aguas. Así que si continuamos caminando llegamos a Purificación García, o «la Puri». Siempre una opción interesante para básicos. Seguimos y llegamos a…¿Intermon? Sí, Intermon Oxfam…lo pasamaos de largo y aparece Roberto Verino. Similar a PG, pero más clásico desde mi punto de vista.
Llegando ya al final de la calle aparece La Bodega de la Paz. Se come relativamente bien, aunque el lugar dé algo de miedo por su decoración, sillas, mesas e incluso camareros excesivamente recargados. Buenos ibéricos, y el último tournedó de solomillo decente que he comido.
La calle acaba con una tienda de proporciones generosas y poco aprovechadas de Hugo Boss. Más Boss Orange que otra cosa. Sorprende las espectaculares rebajas que realiza. Ya enfrente, en la Calle de la Paz, se encuentra Carolina Herrera, con unos horribles toldos rojos fácilmente reconocibles. Aunque las camisas de CH no me desagradan, tampoco me fascinan, he de reconocer que desprecio sus tiendas. Están tan llenas de mobiliario que parece que vayas a comprar una estantería en lugar de algo de ropa. Mención especial merece uno de los empleados, con pelo engominado y cresta, por su absoluta y total incompetencia. Su última perla fue ofrecerme una camisa gris cuando yo buscaba una blanca, porque según él «son tonos parecidos».
Recorrida mi calle, y una vez en la Paz, uno puede girar a la izquierda hacia la Plaza de la Reina y dar unas vueltas por allí.